Volcán Osorno: tras las sendas de una leyenda

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Ascenso al volcan osorno

Bicicleta, montaña y naturaleza. Un ascenso a pulso humano, realizado en un solo día desde Puerto Varas hasta el cráter del Osorno, puede ser tan mágico como majestuoso. Así fue mi última aventura avanzando por los paisajes más salvajes de la región de Los Lagos.

Desde pequeño nunca dejó de sorprenderme la imponente belleza del volcán Osorno. Recuerdo la alegría de estar cerca de él o del Calbuco; y la intriga que me producía explorar sus entornos colmados de hermosos paisajes. Sus cualidades me inspiraban respeto, contemplación y sobre todo, fascinación

Dicho esto, es hora de contextualizar. Decidí subir el volcán Osorno por curiosidad y para conectar con su paisaje e historias. Ahora, el volcán Osorno se encuentra dentro de la primera reserva creada en Chile: el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, inaugurado el 17 de agosto de 1926.  Su cumbre se alza por los 2.652 metros sobre el nivel del mar y su configuración cónica es casi perfecta. 

 

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El Osorno colinda con el lago Llanquihue. Foto: Harry Brito.

El Osorno, además, reposa sus faldas sobre el lago Llanquihue (el segundo más grande de Chile),  al oeste, y sobre el lago Todos los Santos, al este. A sus pies se encuentra la localidad de Villa Ensenada, ubicada a  47 kilómetros de Puerto Varas, donde existe un camino vehicular para acceder al volcán que avanza por por 16 kilómetros cuesta arriba. Éste termina en  los 1.160 metros de altura del volcán, que es donde tradicionalmente se inician las ascensiones a pie rumbo a la cima del Osorno. Sabiendo esta información, partí queriendo visitar el volcán y su cumbre.

Tras una leyenda ancestral  

Desde mi infancia que miraba el volcán Osorno, con temor y admiración por su pasado. Esto se debe a las historias ancestrales que lo rodean y desde donde comencé a investigar para conocer su trasfondo.

Cuenta la leyenda que en tiempos ancestrales, el volcán emanaba intensas erupciones que arrojaban cenizas en los cultivos. Por estos fenómenos, los Williches, habitantes nativos de esta zona, creían que dentro del cráter vivía el oscuro e iracundo espíritu de la deidad Peripillán, quien lanzaba su rabia contra el pueblo desde las fauces del Osorno. Desde ahí, cierto día ellos decidieron reunirse en un consejo junto a una machi para hallar una solución. En ella, la sabia anciana sostenía que para resolver la ira del pillán, había que sacrificar a la mujer más bondadosa y hermosa de la comunidad. Tras encontrarla, el mandato decía que había que arrancarle el corazón y dejarlo en lo alto del cerro Pichi Juan tapado con una rama de canelo. Si el sacrificio funcionaba, allí descendería un cóndor en busca de su corazón, se lo comería y llevaría la rama del canelo hasta el cráter del volcán Osorno: el hogar del peripillán. Únicamente siguiendo estas instrucciones se resolvería la agonía en que vivía la comunidad.  

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Representación de la leyenda de Licarayén.

Así el lonco Williche comenzó a averiguar quién era la joven más bondadosa, hasta que con mucha tristeza llegó a la conclusión de que la indicada era su propia hija, Licarayén. Al enterarse y con algo de tristeza, la joven aceptó el sacrificio diciendo: “No llores, muero contenta sabiendo que mi muerte aliviará el sufrimiento y dolor de nuestra comunidad”. Dicho esto, la chica sostuvo solo solo una sola condición para su sacrificio: quien le arrancara el corazón debía ser su enamorado Quitralpi, él debía arrancarle el corazón, sin hachas ni lanzas. Un mandato que el joven concretó con mucho dolor, a petición de la hermosa y bondadosa Licarayén. 

Una vez realizado el sacrificio, el cóndor efectivamente descendió al cerro Pichi Juan, se comió el corazón y se llevó la rama de canelo al cráter. Allí, entre el fuego y las rocas que eyectaba el volcán, el cóndor voló para finalmente dar tres vueltas en espiral y dejar caer la sagrada rama de canelo en el hogar de Peripillán. Hecho esto, instantáneamente comenzó a caer nieve blanca sobre todo el territorio.

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Monumento al sacrificio de Licarayén de Puerto Varas, ubicado a los pies del cerro donde se realizo la entrega del corazón al cóndor en el actual Cerro Philippi. Foto: Harry Brito

Los siguientes días, cuenta la leyenda, el cielo lloró por el sacrificio de Licarayén. Se dice que desde entonces se gestó una verdadera lucha entre el fuego que subía desde la tierra y la nieve, hasta que finalmente la lluvia y el hielo lograron calmar la ira de Peripillán. Con el tiempo, cuando volvieron los Williches al lugar del sacrificio de Licarayén, vieron con asombro que las flores  habían echado raíces y que había crecido un verdadero palacio de ellas en la Quebrada del Diablo, actualmente Puerto Varas.  Así los ancestros buscaban dar una explicación al fascinante poder de la naturaleza.

Un ascenso hacia el origen de la leyenda

Inspirado por la historia de Licarayén, el pasado lunes 29 de enero, quise conmemorar la leyenda, saliendo desde la Quebrada del Diablo en bicicleta. El plan era llegar impulsado únicamente por la fuerza Humana, hasta llegar al hogar del Peripillán, actualmente cubierto por nieves eternas, que se eleva a en lo alto a los 2.652 metros sobre el nivel del mar.   

Para partir, salí a las 2:30 de la mañana, desde mi casa en Puerto Varas. Pese a que llevaba lo justo y necesario, las alforjas que acarreaba, mi equipo técnico de montaña, mis zapatos y vestimenta extra, se sentían bastante pesadas. Pero, francamente no importaba porque a esa altura, andar en bicicleta de madrugada era lo más fascinante: no había ruidos de vehículos ni luces que encandilen y por la noche, la intensidad de las estrellas era de máxima contemplación. 

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A pesar de la selección cuidadosa, la alforja era como llevar un lastre sin considerar que llevaba la mochila en la espalda. Foto: Harry Brito

Recuerdo que pedaleé por casi dos horas y  alrededor de las 4:00 de la madrugada, ya estaba a los pies del cerro Pichi Juan, en el sector de Los Riscos. Allí, con mucho respeto solicité permiso para acceder a lo alto del Pillán o volcán Osorno.

Más tarde, a las 5:00, ya estaba en Villa Ensenada, rumbo a la bifurcación que asciende al volcán. Hasta aquí, ya iban 50 kilómetros desde Puerto Varas y me quedaban 16 kilómetros de pedaleo, literalmente cuesta arriba. Era la mejor parte. No obstante, debo admitir que no fue fácil, por la inclinación avanzaba muy lento, aunque nunca me detuve.

Mi vehículo era una bicicleta tipo Mountain Bike, que con las alforjas y el equipo, quedaba realmente pesada… como si llevara un lastre. No obstante, mi enfoque estaba claro y había que llegar cueste lo que cueste. Así, subí el camino al volcán a oscuras, acompañado por el canto de las aves y comencé el ascenso. La ruta fue muy emocionante porque además de ir subiendo lento, podía nutrir mi alma con el mágico bosque de nothofagus de alrededor. 

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Fotografía nocturna del volcán Osorno, desde Los Riscos, en la base del cerro Pichi Juan. Foto: Harry Brito

A la hora y media más tarde, rápidamente se comenzaba a hacer de día y entraba una preocupación: el avance era lento y a pesar de que no realicé paradas para descansar, me tomó cerca de 3 horas y media en subir hasta el centro de esquí, donde comienza la caminata. 

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Ruta vehicular hacia el volcán Osorno. Foto: Harry Brito.

Tras el ascenso, llegué alrededor de las 8:30 a Tesky Club, el refugio y cafetería del centro de esquí. Ubicado a 1.160 metros de altura, aquí se encuentra el fin del camino vehicular. Acá, tras subir desde el nivel del mar, decidí dejar la bicicleta y darme una pausa  para comer, hidratarme y vestirme con el equipo de montaña necesario para lo que venía. 

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En el refugio Teski Club. Foto: Harry Brito

A esa altura, el día estaba fabuloso, con un sol radiante. Ahora sí partía  mi camino a pie rumbo a la cima del volcán. 

Rumbo a la cima del Osorno

Mi ascenso desde Tesky Club hacia la cima, partió a las 10:00. El camino era realmente mágico, entre grietas y de fondo, el lago Llanquihue. En enero, la nieve queda cada vez más arriba, desde ahí, aproximadamente pasé una hora y media caminando por el acarreo volcánico, hasta llegar al glaciar. Allí realice una pausa a los 2.000 metros. A esa altura, ya estaba en el área del cono que se cubrió de nieve desde los tiempos ancestrales del sacrificio de Licarayén. Realmente encontrarme en este lugar fue muy emocionante. Ahora quedaba hacer cumbre.

A las 11:30, ya había comenzado mi campaña por llegar a la cima. Entonces, me encontraba dentro del glaciar y por cuestiones de seguridad, iba siempre observando detenidamente la ruta y las grietas ocultas. Por el alza de temperatura se van debilitando los puentes de nieve, lo que implica un riesgo altísimo. Desde ahí, para prevenir incidentes es necesario tantear el terreno además de conocer muy bien el volcán. Felizmente ese día, la nieve y las condiciones climáticas fueron muy buenas. Esto me permitió acceder a las fauces del volcán, siempre poniendo mucha atención y con mucho cuidado. También llevaba puesto mi arnés, anclado por medio de una cinta tubular a un piolet de tracción y por seguridad, a un tornillo de hielo y cintas con cuerda corta en la mochila y crampones muy bien afilados. 

Por el camino glaciar, además, era necesario caminar a ritmo fuerte ya que estaba en una zona cumbrera.

Allí se encontraba el paso hacia la cumbre, que estaba bastante aceptable para escalar solo y ya, a las 13:30 de la tarde, logré hacer cumbre en la cima del volcán Osorno. 

Desde lo alto era realmente fascinante ver hacia abajo, hacia la Quebrada del Diablo, en Puerto Varas. También pude avistar la ribera sur del lago Llanquihue, realmente emocionante. Y, estando en la cumbre me ira imposible no pensar en la historia del cráter del Peripillan de la leyenda.

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Cumbre volcán Osorno. Foto: Harry Brito.

Bajar el cráter del Peripillán

El descenso fue bastante rápido y comenzó a las 14:00 de la tarde. Para bajar la ladera es importante ir siempre con precaución. Recuerdo que al llegar a los 2.000 metros  pude contemplar los serac y las grietas que caracterizan a este mítico volcán, también conocido por los Wiliches como Hueñauca.

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El volcán cuenta con grietas y seracs en su cumbre. Foto: Harry Brito

Dos horas más tarde, pude llegar al punto donde dejé la bicicleta, a los 1.165 metros de altura. Desde allí, la bajada fue muy rápida, donde primero debía descender 16 kilómetros hasta Villa Ensenada. Pese a que no calculé exactamente el tiempo, creo que tardé 25 minutos.

A las 17:00, ya en Villa Ensenada, quedaba el retorno a Puerto Varas. Un total de prácticamente 50 kilómetros más de ruta. Allí, compré una coca cola pues necesitaba inyección de azúcar y también una empanada de pollo queso, lo que me dio la energía necesaria para seguir. Por la ruta había un sol radiante, pero con viento sur. Esto te hace fatigar porque sumado al peso de las alforjas, hace que uno se canse más rápido. De todas formas, la ruta y paisaje eran muy lindos y podía ver cómo poco a poco se alejaba la escena del volcán y me acercaba hacia el final del lago, en el suroeste.

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Vistas hacia el sur del volcán Osorno con escenas del Cordón Santo Domingo, lago Todos los Santos, rio Petrohué y el gran monte Tronador. Foto: Harry Brito

Finalmente a las 20:30 ya estaba llegando a Puerto Varas. Recuerdo el impacto que sentí al ver a la gente andando tan apurada, tan fuerte… Muchas veces da tristeza pensar que con paisajes tan conmovedores y una tierra que vibra en tanta armonía, no vivimos en paz. Al reflexionar esto y ya de regreso en la ciudad, me dirigí al muelle que da a la vista al volcán Osorno. Frente a mí, había un atardecer único, que me llenó de emoción gracias a las vistas hermosas del volcán.

 Así, desde la Quebrada del Diablo finalizaba mi gran travesía tras las sendas de Licarayén, durante un atardecer lleno de emoción y alegría. En total recorrí 132 kilómetros en bicicleta, sumado al hermoso ascenso al volcán. 

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Contemplando el volcán y dejando atrás el gran Peripillán oculto bajo las nieves eternas. Foto: Harry Brito

Consejos por el atleta Harry Brito para ascender el volcán Osorno 

En primer lugar, el volcán Osorno es considerado como una montaña muy técnica. Desde ahí, es fundamental la experiencia, el entrenamiento en rescate en grietas y saber desplazarse de manera segura en un terreno glaciar, leyendo bien la ruta. Ojo: no se recomienda ir solo/a ya que el riesgo de incidentes es alto. Además, esta ascensión en solitario fue autorizada por Conaf, aún así, asumiendo los riesgos que implica. 

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Escena de escalada en el volcán Osorno. Foto Harry Brito

Como tips:

  1. Siempre evalúe las condiciones de montaña con el informe meteorológico actualizado. El volcán Osorno tiene una ubicación geográfica que favorece los cambios repentinos del tiempo.
  2. Seleccione cuidadosamente a su cordada. Si no conoce el volcán y no tiene la experiencia, solicite ir con guías locales de montaña quienes brindarán la mejor experiencia y seguridad.
  3. Asegúrese de contar con buena vestimenta. En lo personal por años prefiero las terceras capas como Outdoor research, Andesgear, Scarpa o Mammut, terceras capas ultras resistentes y también un buen calzado.
  4. Hay que llevar un buen equipo técnico. Entre los infaltables debe considerar casco, arnés, crampones (de 12 puntas), piolet de marcha o hieleros, mosquetones, cuerda. No se recomienda ir encordado con más de 3 personas en una cuerda de máximo.
  5. Procure llevar GPS, mapa y brújula (si lo sabe utilizar). Suba temprano y evite llegar de noche.
  6. Regístrese en la oficina de Conaf y  avise su salida.
  7. Procure entrenar, es una montaña exigente. 

 


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