Una caminata desconocida a las faldas del volcán Rukapillán

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Una imagen del Volcán Rukapillan, una majestuosa montaña cubierta de nieve.

Paula López Wood nos recomienda este destino a sólo 20 minutos de Pucón con hermosas vistas y lejos de las multitudes.

PUCÓN, REGIÓN DE LA ARAUCANÍA

Febrero en Pucón. Es común que para estas fechas lo que más encontremos sean multitudes, filas para acceder a todo, cientos de turistas en cada sector del centro y los alrededores de Pucón. Sin embargo, aún existen espacios en las cercanías de esta popular localidad que nos dan un respiro a la congestión veraniega. Este trekking de fácil acceso y de medio día a las faldas del volcán Rukapillán o Villarrica promete no defraudar a quienes buscan un encuentro cercano y silencioso con las zonas altoandinas de la región de la Araucanía.

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El trekking comienza justo junto al galpón abandonado. Foto: Paula López.

HACIA ARRIBA

Una de las cosas que más valoro de esta caminata es lo cerca que queda de Pucón. A diferencia de otros clásicos como la Reserva El Cañi, el circuito Lagos Andinos en Puesco o el Parque Nacional Huerquehue, en donde necesitas transportarte al menos una hora en vehículo para acceder al comienzo de la ruta, en este caso este circuito se encuentra a tan solo veinte minutos en auto desde el centro de Pucón.

Así, una vez que tomamos el camino al volcán Rukapillán o Villarrica y entramos en el Parque Nacional Villarrica, debemos continuar ascendiendo hasta el cruce hacia que nos desvía a las cuevas volcánicas. En ese desvío tomamos hacia la izquierda (no hacia el centro de esquí) por unos diez minutos más por el camino de ripio, hasta alcanzar el estacionamiento de vehículos, donde veremos en las faldas y la vegetación arbustiva un galpón abandonado. Quedaremos a unos 500 metros del complejo turístico de las cuevas volcánicas. Pero la caminata comienza aquí mismo. Luego de echarnos abundante bloqueador solar, cargar la botella de agua, lentes de sol y calzado de trekking, estamos listos para iniciar la caminata.

EL SENDERO

Nuestra primera señal es el letrero informativo, donde se muestra la ruta que haremos y que resulta ser también un buen punto para fotografiar, ya que desde aquí la vista es amplia y abierta y cuando está despejado, el volcán luce con toda su grandeza. Aquí obtenemos las principales pistas de esta ruta: son cuatro kilómetros ida, alrededor de una hora y media para alcanzar los cráteres del volcán, y una hora de bajada.

Pasamos algunos ciclistas avezados que se aventuran por estos senderos de piedra volcánica y tomamos la izquierda (mirando hacia el volcán) para continuar por el sendero marcado, unos diez minutos de caminata con un sol bastante abrumador, hasta que nos internamos en la vegetación boscosa. Canelos, coigües, helechos y algunos arbustos de tamaño medio irán apareciendo durante la caminata, que de inmediato se pone más fresca por el efecto de la vegetación.

El sendero continúa con leves subidas y bajadas, bordeando quebradas y surcando pequeños arroyos, y es posible encontrarnos con el canto alerta de los chucaos, también unos carpinteros que si prestamos atención podremos escuchar cómo pican los troncos de las lengas más viejas. El cruce de un riachuelo marca que ya estamos en la mitad de la ruta. Desde aquí, comienza un leve ascenso siempre marcado por balizas blancas con rojo, que todavía por unos veinte minutos más nos tendrá ocupados con la vista puesta el bosque, hasta salir de la línea de la vegetación y nuevamente enfrentar el Rukapillán con toda su majestuosidad.

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Cursos de agua, bosque nativo y la sombra proyectada por un majestuoso volcán – ¿qué mejor? Foto: Paula López.

Una media hora más y alcanzamos el mirador Filcunhue, que no tiene más de cuatro años en este lugar. Ahí tomamos un merecido descanso, nos hidratamos y contemplamos la increíble vista bajo nosotros: de norte a sur podemos enumerar volcanes y cerros prominentes: Llaima, Lonquimay, las dos cumbres oscuras de la cordillera del Sierra Nevada, el Nevados del Solipulli, más bajo pero con un gran cráter que solía ser muy violento, las cumbres nevadas del Parque Nacional Huerquehue, y detrás de nosotros el Villarrica, con sus 2.847 m, un cráter de 200 metros de diámetro y una caldera de lava ardiendo en el fondo. 

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Así luce el mirador Filcunhue. Foto: Paula López.

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Cumbres blancas resaltan en el horizonte. Foto: Paula López.

También, abajo en el valle, los lagos volcánicos del Caburgua, Huilipilún y Villarrica. Justo frente a nosotros, se levantan cerros de laderas curvas recubiertos de exuberante vegetación. Impresionados, un guía local nos cuenta que se trata de las antiguas paredes del volcán Villarrica. Antes que hiciera erupción, el volcán estaba recubierto por un macizo montañoso que alcanzaba mucho mayor diámetro del que tiene actualmente. Lo que vemos frente a nosotros es, de alguna forma, lo que quedó de esa vieja carcasa volcánica.

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En días despejados las vistas sobre los lagos circundantes son espectaculares. Foto: Paula López.

LOS CRÁTERES

Continuamos 800 metros por un sendero de piedra volcánica para alcanzar el «hit» de esta ruta: una serie de cráteres a 1.425 m de altitud que consisten en un fenómeno formado en la evolución del volcán Villarrica. Y es que en alguna erupción histórica determinada, se produjo un fenómeno relacionado con el escape de gases desde el interior de un túnel de lava, formándose estas verdaderas chimeneas de evacuación de gases.

Después de echar un vistazo a estos agujeros-cráteres sobre la roca volcánica, iniciamos el descenso por un sendero diferente, que baja por la quebrada en vez del bosque. Esta vez debemos tener más cuidado de no caer en la roca volcánica, que a ratos se vuelve resbalosa en pequeños acarreos de piedra suelta, pero una vez llegamos a la planicie, no resulta difícil el descenso, más directo que por el bosque, y que está marcado por pircas de piedra que facilitan las señales. En esta parte, sólo nos encontramos con un grupo de dos ciclistas que realizan un avezado descenso por la quebrada volcánica. El resto de la ruta, sólo para nosotros.

En menos de una hora estamos de regreso en el estacionamiento, satisfechas con la espléndida vista al volcán y la caminata prácticamente en solitario que hemos tenido este día de verano, a tan solo media hora de Pucón.

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Para estos senderos procura ir bien equipado y con protector solar y suficiente agua. Foto: Paula López.


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